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Por: Ministerio de las Culturas, Artes y los saberes 

​Liliana López aún usa el nombre que la identificó mientras fue guerrillera activa de las FARC: Olga Lucía Marín. Lo hace porque aunque es una mujer convencida de la paz, del acuerdo que se firmó hace ocho años en el Teatro Colón de Bogotá, también lo es de sus ideas, de su lucha política, que sigue vigente, ahora sin armas.

Es una mujer de unos 60 años, de pelo corto y piel blanca. Tiene anteojos negros. A su lado, sentada en un estand de una feria de emprendimientos ubicada en plena Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá, está Luz Patricia López, una mujer muy parecida a ella, pero más joven. “Ella es hermana mía -dice, señalándola-. Duramos más de 30 años sin poder vernos ni hablarnos. La reconciliación ha sido fundamental. La de nosotros con nuestras propias familias y la de nosotros con la sociedad».

En la mesa, frente a ellas, y en las paredes que las rodean hay collares, manillas y pulseras hechas con pepas de plástico; juegos didácticos para niños hechos con material reciclable; camisetas con distintas figuras estampadas, y un par de pañuelos en los que aparecen impresas tres siluetas de caras de mujeres de perfil, mirando al horizonte, junto con la leyenda: Las Manuelitas, asociación de mujeres.

“Nacimos luego de la firma del Acuerdo de Paz, de la necesidad de agrupar a las firmantes con compañeras de la comunidad«, explicó Olga Lucía. El colectivo nació en el Valle del Cauca, pero ha crecido tanto que hoy tienen incidencia en Bogotá y hasta México. En total son 22 personas: 20 mujeres y dos hombres que quisieron unirse.

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Múltiples iniciativas hicieron parte de la feria de emprendimientos de firmantes de paz para conmemorar los ocho años de la firma del acuerdo. Imagen: Min Culturas

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Trabajan en tres líneas productivas: una es la de talleres de confecciones, en la que participan varias de las mujeres, y de ahí nacen las camisas estampadas. Otra es la de bisutería, con mujeres que estudiaron en el SENA. La tercera es la del desarrollo de materiales didácticos para niños, dirigida por Luz Patricia, la hermana de Olga.

Además, tienen una línea de pedagogía en la que se reúnen para hablar de feminismo, formación política, perspectiva de género o pedagogía de paz. Y aprovechan el tiempo juntos para hacer karaoke, fiestas o intercambio en un espacio que llaman Café Parlante.

“El acuerdo valió la pena porque no podía seguir muriendo más gente. Era necesario parar el desangre del país y fue un paso importante. Aunque luego de 8 años quedan ciertos sinsabores, de cosas que se hubieran podido hacer y no se han hecho. Pero en medio de toda esa dificultad más del 80% de la gente se mantiene convencida de que se dio un buen paso y de que estamos construyendo paz y esta feria lo demuestra», cuenta Olga Lucía.

A unos metros de ella, en la misma feria de emprendimientos de firmantes de paz organizada para conmemorar los ocho años de la firma del acuerdo, está Mateo Perea con Tejidos Chakana, una iniciativa que vincula víctimas del conflicto, firmantes de paz, familiares de firmantes, soldados, familiares de soldados y personas de la comunidad en un proceso de tejido y memoria.

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Mateo Perea y su iniciativa Tejidos Chakana. imagen: Min Culturas

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“Trabajamos el tejido en chaquira, una técnica que se da en muchos lugares del mundo: en países de África, en Ucrania, en Rusia, en Japón, en Estados Unidos y en México», cuenta este artesano e historiador. Él inició este proceso en 2020 con la idea de vincular y dar una oportunidad productiva a firmantes de paz, pero pronto se convirtió en algo más: un tema terapéutico, un espacio de reconciliación.

De esa forma, firmantes, víctimas, exsoldados se reúnen todos los miércoles en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y allí trabajan procesos de enseñanza y de formación en tejido. Las víctimas, por ejemplo, elaboran en chaquiras el rostro de sus familiares muertos o desaparecidos.

M​ateo muestra algunos de los productos que elaboran. Por un lado, hay algunos retratos, tejidos con chaquiras, de civiles asesinados o desaparecidos en el marco del conflicto armado. Destacan personajes como Héctor Abad Gómez, Pedro Pablo Bello o Bernardo Jaramillo Ossa, así como personas anónimas, que lloran y sufren ante la guerra. Pero también hay manillas, pulseras, cinturones, collares y bolsas. 

Con los rostros han creado la exposición ‘Urdiendo la vida para tejer la paz’, que ha llegado a Estados Unidos, México, Bolivia, Líbano y Corea del Sur.

“Yo diría que la paz es el futuro, es la única salida que tenemos como sociedad», cuenta Mateo. Él cree que el Acuerdo de Paz ha traído varios avances y, aunque aún faltan muchas cosas, “el hecho de que haya todavía muchos hombres y mujeres trabajando en talleres textiles, en productos como café o miel y que no estén en las armas, ya es una ganancia para el país».

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Fotografías de Ministerio de las Culturas, Artes y los saberes. 

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