Una de las conmemoraciones más importantes nace del pueblo campesino que habitaba los tiempos de antaño de Soacha, la Ciudad del Dios Varón. Por aquella época las ferias y fiestas se realizaban en honor al santo patrono del municipio “San Bernandino” de allí se le dio el nombre que culturalmente facilitó el paso a las muestras artísticas y artesanales de su tiempo.
Poco a poco, la festividad municipal cobijo a nativos y turistas, heredando el nombre con el cual se conoce actualmente, así la noche del 7 de diciembre, se dio paso a la programación del «Festival del Sol y La Luna», en medio de los vientos frescos que acarician los rostros de los habitantes de Soacha Cundinamarca, un espíritu de comunidad envuelve cada rincón del municipio.
Las paredes, las ventanas, los patios se visten con luces parpadeantes, incluso el parque principal se cubre con el aroma de la navidad, formando un manto de estrellas artificiales que se funden con el cielo. La Noche de las Velitas es también, quizás por coincidencia o razón, la noche del Sol y de la Luna, una tradición que marca el inicio de las festividades navideñas en Colombia, se convirtió no solo en un acto de devoción, sino en una hermosa celebración de identidad y respeto entre los pobladores.
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Noche de velitas en Soacha
Este año, la Noche de las Velitas en Soacha tuvo un matiz especial. El Parque Principal, uno de los escenarios del Festival del Sol y la Luna, vibraba al son de los acordes de varias artistas que brindaron su alegría comenzando en la mañana desde Sebastián Párraga hasta Javi Pinto y La Locura Vallenata terminado con la Orquesta Dinamita, cuyas melodías llenaron el ambiente de energía, ritmos, cumbia, vallenato, carranga, popular y marimba, atrayendo a una multitud que se acercaba en busca de alegría y de los aromas que prometen la gastronomía local. Las notas musicales se entrelazaban con las risas de los niños, cuyos rostros eran iluminadas por las velitas encendidas, mientras las familias se reunían en un acto casi ritual de cariño y esperanza.
El evento, organizado por la Alcaldía Municipal de Soacha, logró extender su programación a las demás comunas, con artistas e invitados nacionales que engalanaron el fin de semana con lo mejor de sus propuestas, para el compartir con las comunidades de la periferia.
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La garulla, esa deliciosa preparación típica de Soacha, se despachaba por los puestos de comida de la Feria Gastronómica. Su aroma a maíz, mezclado con el dulzor de la panela y un leve toque de canela, evocaba recuerdos de los abuelos que cocinaban en fogones de leña y que, en cada bocado, compartían historias de tiempos pasados. La garulla, un símbolo de la herencia culinaria de este municipio, se convirtió en el hilo conductor de la velada. Los habitantes, con respeto y orgullo, compartían anécdotas sobre esta receta ancestral, enfatizando el valor de las tradiciones que, con el tiempo, han ido tejiendo el mosaico cultural de Soacha.
A medida que caía la noche, la multitud se unió en torno al parque, donde los rostros se iluminaban no solo por las velitas, sino por la calidez que emanaba de la unión de la comunidad. En cada rincón se podía sentir un ambiente de fraternidad, donde el respeto por el otro prevalecía, y las diferencias se desvanecían en el aire del festejo entre danza y amor familiar al son de los invitados especiales en nuestro parque municipal.
Las diferentes actividades culturales especialmente la música y la danza emanada por los artistas locales y nacionales, con su energía contagiosa atraparon la atención de grandes y pequeños. Sus riffs caribeños y su carisma resonaban, mientras el pueblo vibraba como un solo ser. En medio de la música, danzas espontáneas se desataban entre las familias. Los abuelos bailaban con su ritmo pausado y los jóvenes se lanzaban en brincos al son de los instrumentos.
La magia de esta noche unió a generaciones en torno a un mismo espíritu festivo, dejando claro que las tradiciones municipales y la música son caminos de unión que construyen el respeto colectivo. Soacha, con su esencia y sus usanzas, una vez más demostró que, a pesar de las dificultades, la unidad y el respeto son la luz que siempre iluminará el sendero, no solo en las noches de diciembre, sino todos los días del año. Las velitas, que arden en cada hogar, simbolizan el deseo de seguir en pie, de no dejar que la oscuridad ahogue la luz del alma, y de honrar a aquellos que nos precedieron, quienes con su legado nos enseñaron el verdadero significado de la unión.
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Foto destacada: Liz Xiomara Arregocés
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