Por: Brenda Polanco- Lic. Artes Escénicas, Universidad Pedagógica Nacional.
Del 27 de junio al 1 de julio aconteció en Bogotá la Semana del Teatro Quindiano donde artistas de esta zona del país vinieron a la fría ciudad que abrió las puertas para que el ejercicio del teatro se expandiera y compartiera con todas y todos. El escenario de la semana dedicada a las artes escénicas de esta zona cafetera, además es un elemento clave que recoge la necesidad de presentar y exponer las obras teatrales que durante todos los años se van pensando, desarrollando y creando en los territorios del país.
Así entonces, bajo esa complicidad Casa TEA (Teatro Estudio Alcaraván) como una de las salas concertadas ganadoras por Idartes, amplió el escenario, las tablas y la compañía de Tebaidarte, Casaparte y La Musaraña, provenientes del Quindío, quienes entregaron con todo el amor, la fuerza y la energía sus obras.
No es por nada que en Colombia el teatro tiene algo especial. Su desarrollo no es individual, es cooperativo. Si usted conversa con cualquier teatrero o teatrera se dará cuenta que en su discurso mencionara uno que otro teatrero o teatrera de Cali, Bogotá, Medellín o de cualquier territorio que en algún momento de reunión surgió el conspire, la idea, el tema o la estética de su creación, haciendo que, por sobre todas las cosas, el teatro colombiano sea una red que siempre se está tejiendo entre todos y todas como espacio formativo, de encuentro, de reunión e incluso de fiesta, simplemente una cita con el mundo.
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Por lo mismo, como se organiza una cita o una fiesta, en el marco de la cooperación y la solidaridad, la sala bogotana Casa TEA en su ejercicio de amplitud del campo escénico recibieron la semana del teatro quindiano.
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Durante cinco días se presentaron obras como El experto, El señor Puntiya y su criada Matic; y la obra titulada El Tigrero, todas a las 7:30 pm de la noche. Usted quizá si no ha ido a teatro alguna vez le cuento que ir tiene una sensación interesante, particular. Primero, elige si quiere ir solo o acompañado, si es el que invita o es el invitado, depende. Quedan de verse, un poquito antes, Bogotá está pasando la hora pico, un caos, más chiquito. Sin embargo, ya está más que decidido en ir.
Con la decisión hecha, sin importar el frío helado o el viento brusco, se encuentra con el otro, porque eso es el teatro: el encuentro. Luego van caminando, llegan a la 19 y entran al centro comercial Los Ángeles, suben unas rampas, ven cafés, tiendas, incluso una de discos y luego afuera, llegan al local 405, antes de entrar, compren la boleta. Quizá sinceramente usted se dejó llevar por el nombre de la obra, la imagen, o el flyer que quizá vio por ahí y cuando le dan las buenas noches las personas de Casa TEA usted se dice: “Ya fue, oficialmente contra todo pronóstico acepto el juego de lo que veré a continuación”.
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Con esa pequeña definición muchos y muchas de las asistentes de esta semana se encontraron con estas maravillosas obras. ¿Qué juego aceptaron? ¿Qué fueron a ver? Pues bien, hubo de todo un poquito, cada obra tenía lugares de enunciación capaces de remover sentimientos, risas, de hacer(se) cuestionar.
En la obra se encuentran lugares corporales, escenográficos y discursivos para hablar de la repetición del perdón hacia las violencias, del intento de huir de ellas, de la atención institucional e incluso de ese canario pequeñito donde se posa la esperanza de que en algún momento el agresor cambiará. Así, desde la comicidad, proponiendo un solo espacio: el hogar, esta obra recoge muchas reflexiones. Su carácter pedagógico no es fortuito cuando acabó la obra empezó un lugar para charlar, preguntar, y darle un camino a todo eso que se vio y finalmente lo que pudo o no dejarle al público.
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Por lo mismo, les invito a reconocer el esfuerzo enorme de la creación colombiana, del teatro que arduamente está existiendo en las salas de ensayo, en las calles, los salones comunales y en cualquier espacio no convencional para que las personas que asistan a teatro se tomen un tiempo de ir a ver el mundo, su caos, sus dificultades, alegrías, problemáticas e historias. Así también apoyan a los colectivos y salas de teatro de toda la geografía colombiana para que el teatro siga existiendo y siga siendo el mejor lugar para descubrir su propio rostro, desarmar el olvido y hacerle muecas a lo injusto, indefendible, y a la historia “oficial”.
Fotos: Sebastián Navarrete Aldana
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