Por: Mónica Andrea Rodríguez O.
En Bogotá vive un ángel que a través de su narrativa nos permite adentrarnos a un simbolismo misterioso, un hombre capaz de plasmar el crudo escenario de un país desde el realismo propio de los buenos escritores que han nacido en esta tierra. Pero a Daniel Ángel, es una blasfemia encasillarlo, básicamente porque es un prodigio de la literatura actual, de los pocos literatos que enganchan desde la primera línea con un lenguaje simple a la vez brutal y un manejo trascendente de los recursos literarios.
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A Daniel más bien, hay que leerlo para ver desde otra óptica lo que acaece en cada rincón de sus palabras. En este ángel hay una mezcla de literatura coloreada con la ficción de una realidad latente, la realidad de muchos de nosotros, francamente poetizada. A veces, pienso si su escritura es violenta, rítmica o pasiva, quizás su mente es similar a los metamorfos, cambia de acuerdo a lo que desea expresar y el impulso de su sangre lo lleva a narrar con las entrañas, obligando al lector a desbocarse por un contexto que conocemos, negamos, apartamos pero que está allí, inmerso en nuestro ADN alimentándose de nosotros porque no podemos borrar lo que somos, lo que siempre hemos sido y lo que siempre seremos, un pueblo oprimido dispuesto a salir del averno aunque ello implique convertirnos en una invención metafórica.
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Bajo las alas de Bogotá vive el poeta y el narrador, vive el profesor y el hombre, un escritor cuyo reconocimiento es más que merecido. Daniel, hace mucho tiempo dejó de ser un prosista emergente, de esos cuya información en Google es ocasional y sus libros están en un rincón de alguna editorial independiente.
De seguro, en algún momento de su vida fue así, lo que lo hace aún más épico. Sin ambages, ni adornos ridículos, lo interesante es ver su crecimiento y la humildad que guarda a su pueblo pesé a que sus letras cada día dan un giro volcánico a su evolución escritural, me siento bendecida que el autor de Rifles bajo la lluvia, Silva, Sepultura en tu nombre me haya dado la oportunidad de realizar esta semblanza sin ningún tipo de obstáculo, sin la petulancia del que crece y olvida sus primeras letras, lo interesante de un letrista, de un literato, de un escritor y de todos los sinónimos habidos y por haber en el diccionario de la lengua española, es que su nombre prevalezca en la historia con la tradición propia de sus raíces.
No obstante, este ángel llegará al séptimo cielo. Él sin temor a equivocarme y dispuesta a morir en el intento, será en algunos años el nuevo Márquez de la prosa colombiana.
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